Podría ser que el niño se acostumbrase y dejara de valorar los regalos, que lo que antes era una sorpresa se trasformara en costumbre. Establecida, puede que se llegase a enfadar el día que el padre o la madre aparecieran sin ese detalle ¿Crees que esto es lógico? ¿Puede tu bolsillo aguantar un ritmo de gasto así? ¿Cabrá tanta cosa en tu casa?
El pedagogo Andrés París, en referencia a esta cuestión, confirma lo bonito que puede resultar apreciar la sonrisa, sorpresa, gratitud e ilusión en el rostro del niño cuando recibe un regalo que, por otra parte, no tiene por qué ser muy caro. Sin embargo, en la actualidad vivimos una realidad en la que priman los detalles materiales, en muchos casos para compensar la ausencia de detalles en otros planos. ¿Qué sucede? En opinión de París, el niño termina por perder la ilusión. Entonces, ¿existe algún tipo de opción para variar esta situación? En efecto, París recomienda el regalo emocional. ¿Por qué? Porque el niño ya recibe obsequios de forma constante en cumpleaños, santos, comuniones, Reyes Magos y Navidad, bautizos, cuando pierde un diente, cuando obtiene algún logro, cuando se va de viaje con su familia o con los compañeros del cole… Existe infinidad de ocasiones para recibir regalos. Por eso dejan de valorar. Los pequeños se acostumbran a recibir constantemente y eso se convierte en norma.
Así pues, se pierde el verdadero valor de un juguete e incluso se entra en una espiral competitiva y absurda por ver qué regalo es más impactante, más caro, más grande o más tecnológico.
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