La cuarentena ha sido la respuesta más o menos uniforme de todos los países afectados por la pandemia del coronavirus. Si bien es cierto que el desconocimiento que tenemos sobre los mecanismos por los cuales el virus provoca las diferentes complicaciones médicas es significativa, existen suficientes estudios acerca de las complicaciones que genera la cuarentena en la población.
No es homogénea, ojo. La gravedad de las respuestas emocionales derivadas de una cuarentena depende de varios factores que pueden aparecer durante o después de la misma. Durante el periodo de cuarentena, las respuestas emocionales más habituales son de ansiedad y tristeza, unidas a dificultades para conciliar el sueño.
En un reciente estudio realizado en China se comprobó que, durante la cuarentena por la COVID-19, el 30% de los 52.000 entrevistados refería malestar psicológico de forma moderada y un 5% malestar grave. Otro estudio, realizado en 17 comunidades autónomas de nuestro país durante la semana del 15 al 22 de marzo de 2020, confirmaba que la respuesta de estrés estaba presente en cerca del 50% de los entrevistados.
Estas manifestaciones deben considerarse respuestas normales, y por lo tanto adaptativas, frente a los factores de alarma inherentes a la cuarentena. Nos referimos al miedo a la infección, la insuficiencia de medios de protección, las informaciones contradictorias sobre lo que sucede, o el aburrimiento y la frustración derivados de las semanas de aislamiento. Es más, en cierto modo esas emociones negativas son útiles porque nos alertan del riesgo de esas situaciones y, por consiguiente, ayudan a evitarlas, en la medida de lo posible.
¿Qué puede ocurrir tras el estado de alarma en España? Durante la pos-cuarentena, todos los investigadores coinciden en que las mayores fuentes de estrés procederá de las pérdidas económicas y del estigma de haber estado en contacto con el virus. Algunos autores nos avanzan ciertas lecciones que la sociedad debería aprender de esta pandemia, sobre todo la necesidad de atender, conjuntamente, a los grupos de riesgo, como ancianos, enfermos y personas en riesgo de exclusión, y de fortalecer los equipos de salud comunitarios.
Como ya explicó Kropotkin en su libro Apoyo mutuo. Un factor de evolución hace ahora un siglo: el ambiente no selecciona a los más fuertes, sino a quienes tienen una mayor habilidad para la adaptación, que son, sin duda, los grupos sociales con mayor capacidad de cooperación.
Fuente: theconversation.com
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