Cuando todo se vuelve patas arriba, Taylor no sabe a quién recurrir. Los animales creen tener la solución perfecta. La gallina quiere hablar sobre el tema, pero a Taylor no le apetece charlar; el oso opina que Taylor debería enfadarse, pero esta tampoco parece la mejor opción... Uno tras otro, todos los animales intentan decirle a Taylor cómo actuar, y uno detrás de otro, todos fallan. Entonces llega el conejo y se sienta a escuchar en silencio. ¡Justo lo que Taylor necesitaba!
Critica de The New York Times:
«Exquisítamente ilustrado, ofrece lo que Taylor (y todos nosotros) necesitamos: el consuelo de alguien que simplemente escuche, ría y nos abrace.»
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