El juego es una actividad vital en la infancia. Puede variar la forma de practicarlo, su concepción, sus recursos, pero jugar es una función presente en todas las culturas, desde la aparición del ser humano e, incluso, se sabe que en los contextos más complejos. “El juego es la experiencia más importante de la vida”, ha dicho reiteradas veces el maestro y pedagogo italiano Francesco Tonucci. Tal es su importancia que desde 1989 la Convención de los Derechos del Niño reconoce en el artículo 31 el juego como un derecho fundamental de la infancia.
Charo González Martín, doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación, docente del departamento de Estudios Educativos UCM y miembro del Observatorio del juego infantil, considera que el juego es importante siempre, pero en periodos extraordinarios, como el que estamos viviendo, lo es aún más. “Si nos fijamos, jugar, cuando jugamos bien, supone sacar lo mejor con creatividad de lo que tenemos a nuestro alcance y ¡qué mejor actitud ante una crisis como esta que sacar lo mejor con creatividad a lo que estamos viviendo!”, señala. Y no solo para los niños y niñas. Según la experta, el juego es importante siempre y para todos: “Cuando jugamos nos rejuvenecemos, sonreímos, nos vuelve la ilusión, el coraje, la colaboración o la competición… El juego es como si fuera un “portal”, como dicen ahora nuestros niños, que nos traslada a otras dimensiones, a otros mundos, sin salir de este. En el juego podemos desempeñar papeles diferentes, normas diferentes, relaciones diferentes y además por un tiempo determinado”.
Leemos y escuchamos acerca de lo importante que es planificar juegos en familia. Sin embargo, sacar tiempo para jugar no es tan fácil muchas familias porque además de la ansiedad y el miedo por la situación, muchos adultos deben teletrabajar y organizar múltiples tareas a lo largo del día (cocinar, limpiar, comprar, ayudar con los deberes…). ¿Puede el juego familiar también ayudarnos a salir de esa rueda? La clave la da Charo González: “Tenemos que descubrir el juego no como una tarea más, no como una cosa más en la lista de cosas que hacer para “ser buenos padres en el confinamiento”, y sí como un aliado fundamental”, apunta. Y es que, vuelve a insistir en que el juego lo necesitamos tanto los padres y las madres como los niños y las niñas. Lo cierto es que no todas las familias tienen el espacio digno, o los mismos recursos emocionales o materiales, para jugar con sus hijos e hijas. El juego parece depender en gran parte de la capacidad de los padres para encajar las necesidades de los hijos y todo lo demás, que no es poco. No es lo mismo tener tres hijos o hijas de 2, 5 y 7 años que uno de 13. Realmente tenemos una población maravillosa que ha sabido gestionar lo imposible. No se les puede decir nada, pero sí ayudarles a ver que el juego es su aliado”.
Fuente: El País
Fuente: El País
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