jueves, 30 de noviembre de 2017

Artículo: Por qué los padres creen que los adolescentes pasan de todo y por qué no es cierto (Parte I)


Tu hijo adolescente no pasa de todo. Por mucho que quiera obtener algo, ni los incentivos ni los castigos funcionan para motivarlo y que se empeñe con más ahínco en conseguirlo. El motivo no es falta de voluntad o de pereza o de pasotismo, ni mucho menos, sino una cuestión de neurociencia.

Investigadores de la Universidad de Harvard han escudriñado con escáner el cerebro de chavales de entre 13 y 20 años mientras resolvían un juego de ordenador, con el que podían ganar o perder dinero, y han visto que las regiones cerebrales implicadas en relacionar el esfuerzo que hay que hacer y en estimar el valor de una recompensa están desconectadas.

En los adultos, e incluso en niños pequeños cuando la recompensa es inmediata, funciona distinto. Investigaciones previas han demostrado cuán motivador puede ser un incentivo, sea del tipo que sea, no solo económico, para motivar nuestro comportamiento. Pero, en cambio, en la adolescencia, ni la “zanahoria” ni el palo funcionan para alentarlos a realizar un esfuerzo mayor. Esta es la principal conclusión de un estudio que recoge esta semana la revista Natue Communications.

En un experimento con chicos y chicas adolescentes, los investigadores les propusieron jugar a un juego de clasificación de planetas, en el que había preguntas más difíciles y otras más sencillas. Cada una, en función de su dificultad, comportaba una recompensa–más o menos dinero- si se contestaba bien o un castigo –pérdida de más o menos dinero- si se contesta mal. Mientras jugaban, además, los científicos miraban qué ocurría en sus cerebros mediante un resonancia magnética funcional (fMRI).

Los investigadores vieron que existía una diferencia entre la actuación de los más jóvenes, de 13 y 14 años, y los más mayores, de 19 y 20 años. Mientras que estos últimos sí eran capaces de ajustar su comportamiento en función del valor de las recompensas y los castigos, los más jóvenes eran incapaces.

Y esa diferencia de actuación se correspondía con lo que sucedía en sus cerebros: los adolescentes más mayores tenían más conectividad entre las áreas encargadas de estimar el valor de cada recompensa y de actuar en consecuencia cuando el riesgo –la cantidad de dinero que perdían o ganaban en este caso- era elevado. Sin embargo, el cerebro de los más jóvenes no mostraba esa actividad entre áreas.

“Queríamos saber si la comunicación entre circuitos del cerebro en desarrollo modela la forma en que los adolescentes se aproximan a sus objetivos”, explica a Big Vang Catherine Insel, investigadora de la Universidad de Harvard y autora principal del trabajo. “La neuroimagen –prosigue- nos ha permitido examinar cómo los sistemas del cerebro en desarrollo van emergiendo en la adolescencia para maximizar comportamientos enfocados a obtener un objetivo”.

No hay comentarios: