Con el paso del tiempo se produce cierta habituación a medidas restrictivas, en tanto que aparece la denominada fatiga pandémica. Se trata de una reacción de agotamiento frente a una adversidad mantenida y no resuelta.
Puede llevarnos a la complacencia, la alienación y la desesperanza. Aparece de forma gradual en el tiempo y se ve afectada por emociones y por el contexto social y cultural.
La población infantil y adolescente no es ajena a esta situación, ya que las familias actúan como modeladoras de la respuesta que damos a la pandemia. En la medida que el mundo adulto da señales de agotamiento, es fácil que esta sensación se traslade a la infancia.
Por último, en el largo plazo, habrá que prestar especial atención a quienes han nacido durante la pandemia. Esta generación, en momentos críticos de su neurodesarrollo, se está viendo privada de información socioafectiva por el uso prolongado de mascarillas y el aislamiento, lo que podría impactar en su desarrollo cerebral.
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