- Enseña que no siempre puede
tener lo que quiera
Uno de los grandes conflictos con
los que los seres humanos nos encontramos frecuentemente es aprender a dominar
nuestros impulsos. La inteligencia emocional es clave para que aprendamos a
gestionarlos; ahora bien, antes es necesario poder identificarlos.
Por eso es importante comenzar a enseñarles desde pequeños que no siempre
pueden tener lo que quieren. Por ejemplo, siempre que sea posible es
necesario explicarles las consecuencias de sus acciones. Con este tipo de
acciones se fomenta el autocontrol.
- Deja que exprese las
emociones
Algunos adultos creen que los niños
son demasiado pequeños para entender ciertas cosas. Pero ya en edades tempranas debemos confiar en nuestros hijos y
permitirles que se expresen libremente, también sus emociones. Si les
damos un espacio de comodidad para que puedan confiarnos sus sensaciones les
estaremos dando un mensaje positivo que pueden aplicar en otros contextos, por
ejemplo, la escuela.
- Crea un espacio para el
diálogo
No es necesario tratar a los
niños como adultos, pero sí que es necesario fomentar el diálogo, que aprendan
en edades tempranas. Esto es importante para que los niños crezcan con las
habilidades de diálogo necesarias para convertirse en personas capaces de
negociar y de llegar a acuerdos con otras personas. En el mundo de los adultos las relaciones interpersonales son
importantes para lograr el bienestar mental y emocional.
- Trabaja la empatía
La empatía, es decir ponerse en el lugar del otro, también es uno de los
elementos más importantes de la inteligencia emocional y, por tanto,
debe ser enseñada cuando los niños son pequeños. Esto es importante también
para asegurarnos que el punto anterior se lleva a cabo, porque así serán
capaces de pactar y acordar de manera democrática. La empatia es clave para que
dejen de lado su egocentrismo.
- Automotivarse
La automotivación también es
esencial en la inteligencia emocional, pero es frecuente que muchas personas,
ante los fracasos, se vuelven pesimistas. Hacerle entender que los fracasos son oportunidades para crecer y
estimularlos en este sentido en edades tempranas es esencial para que se
conviertan en personas optimistas.
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