El célebre escritor y divulgador
científico Eduard Punset nos lo deja claro en un artículo para la Revista de
Educación y Cultura AZ: los niños necesitan amor para desarrollarse y para crecer.
Cualquier carencia emocional sufrida deja una impronta en ese cerebro infantil
determinando al adulto que será el día de mañana.
No es cualquier cosa. Y más, si
tenemos en cuenta que durante muchos años hemos vivido bajo el método Estivill,
ese enfoque ahora corregido que recomendaba a los padres no atender el llanto
del bebé durante la noche. Este tipo de prácticas van en contra de la propia
naturaleza humana, y derriban en un instante, miles y miles de años de
evolución donde nuestro cerebro, cuenta con el actual nivel de desarrollo
gracias a nuestra capacidad por conectar, por conferir amor, seguridad y
afecto.
El cerebro humano, y aunque suene
poético, se rige por el amor. Somos criaturas sociales, nuestros
neurotransmisores y nuestras estructuras neuronales se desarrollan en base a
nuestras interacciones cotidianas con quienes nos rodean. Necesitamos afecto
para crecer, seguridad para desarrollarnos y la atención de unos padres que
saben atender cuando el niño lo necesita.
Todas esas emociones positivas
crean raíces y ponen los cimientos del adulto que nuestro hijo será el día de
mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario