Y es que durante la adolescencia
el cerebro sufre una remodelación profunda con la que acaba su proceso de
maduración. En este periodo, se reorganizan distintas regiones: en algunas se
produce una poda neuronal y desaparecen células nerviosas, mientras que en
otras, en cambio, se establecen conexiones, como es el caso de las áreas de
asociación de la corteza cerebral, y en particular la corteza prefrontal,
implicada en la codificación de valores y normas en conectividad con otras
áreas de asociación, explica el neurocientífico Francisco Mora a Big Vang.
Este estudio de la Universidad de
Harvard lo que revela es que la conexión entre esas regiones encargadas de
valorar objetivos y esfuerzo necesario para conseguirlos influencia cómo los
chavales se comportan. Y esa conexión emerge en el último periodo de la
adolescencia.
“Hemos visto que los adolescentes
mayores aumentan su esfuerzo en situaciones de alto riesgo [contestando
correctamente las preguntas del juego más difíciles y que requerían mayor
atención] incrementando la conectividad cerebral entre el córtex y el cuerpo
estriado [dos regiones que desempeñan un papel clave en desarrollar
comportamientos dirigidos a obtener un objetivo, incluida la motivación y la
cognición para desarrollar acciones apropiadas para lograr un resultado]”,
resume Insel.
Sin embargo, añade, “los
adolescentes más jóvenes no eran capaces de coordinar de forma estratégica este
circuito y por tanto, se comportaban de manera similar para obtener recompensas
de alto y bajo riesgo”.
Resulta interesante que en el
estudio todos los participantes valoraban los riesgos y las recompensas de
forma similar. Sin embargo, solo los más mayores eran capaces de esforzarse más
para contestar mejor en el juego cuando las recompensas eran mayores.
“En experimentos anteriores en
colegios se había intentado usar incentivos monetarios para mejorar las notas
de los estudiantes, pero no siempre se lograba. Ahora sabemos que depende de la
edad y de la maduración del cerebro. Los incentivos no siempre pueden ayudar a
los jóvenes a brillar”, concluye esta investigadora.
Para María Ángeles Jurado,
profesora de la Universidad de Barcelona (UB) y neuropsicóloga del Institut de
Neurociències de la UB “los sistemas prefrontales y las conexiones de estos
sistemas maduran mucho durante la adolescencia. De los 13 a los 20 años es un periodo
muy largo de maduración clave para la función ejecutiva. Tiene lógica que a los
13 años los chicos sean incapaces de regular su conducta en función de la
recompensa y la pérdida, y que en cambio a los 20, con la maduración cerebral
ya completada, ya puedan hacerlo”.
Esta maduración, indica esta
investigadora, se produce en función del contexto, como la toma de decisiones.
“Ahora mismo el cerebro del adolescente y su capacidad para controlar la propia
conducta, realizar elecciones, comportamientos antisociales o de riesgo, es
controvertido. ¿Hasta qué punto son responsables de actos delictivos?”, apunta
y añade “es un debate actual cadente muy interesante”.
Fuente: La Vanguardia
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