La población joven de entre 15 y
30 años asocia, aún más que la adulta, el consumo de drogas a la diversión, el
deseo de sentir nuevas sensaciones y formar parte de una identidad. Esta es una
de las conclusiones de la investigación «La percepción social de los problemas de
drogas en España, 2014», realizada por la FAD gracias a la financiación de la
Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas.
El estudio señala que casi un 60%
de los menores de 30 años considera que el consumo de drogas tiene que ver con
divertirse y pasarlo bien, 10 puntos porcentuales más que entre los adultos.
Casi el 35% de los más jóvenes (15 a 22 años) y el 30% entre los de 23 y 30 años
señala el deseo de sentir nuevas sensaciones, frente al 28% de los mayores de
30 años que señala esta opción.
Entre los adultos siguen estando
también más presentes las motivaciones relativas al afrontamiento o la
existencia de problemas, sean de índole laboral o social, con la familia o los
amigos, etc. Los jóvenes españoles rechazan las drogas menos que los adultos
y también consideran sus beneficios mayores. Sin embargo, dentro del propio
colectivo de jóvenes, no es entre los adolescentes donde es
menor ese rechazo sino en el tramo de edad de 23 a 30 años. En estas edades
es donde las posiciones de rechazo absoluto (que defienden el postulado «hay que
luchar por una sociedad sin drogas, son sustancias muy peligrosas») son más
minoritarias.
Para los jóvenes, igual que para
el resto de la población, la adicción es la principal consecuencia negativa
posible del consumo de drogas, y de hecho destacan esta opción por encima de la
población adulta: 69% entre las personas de 23 a 30 años, 66% entre las de
15 a 22 y 64% entre los mayores de 30 años.
Las «ventajas» que ven los jóvenes
De entre las ventajas señaladas,
y en cuyo señalamiento los jóvenes superan a los adultos en todos los casos, la
principal es la diversión y el placer, más entre los 15 y 22 años (36%) que
entre los 23 y 30 (33%) pero, en ambos casos, por encima de los adultos (22%).
También los jóvenes, conjuntamente, señalan en mayor proporción la idea de
que las drogas permiten evadir problemas y alivian molestias y enfermedades.
Por su parte, cuanto menor es la
edad más se resaltan ventajas relativas a las relaciones interpersonales
(facilitan las relaciones, dan seguridad y autoconfianza, ayudan a vivir más
intensamente…), mientras que entre los jóvenes de mayor edad se señalan en
mayor medida ventajas individuales relativas a la desinhibición, relajación, e
incluso su capacidad para abrir la mente y
descubrir cosas.
En general los jóvenes
perciben menos problemas en el consumo (o están menos de acuerdo en que
genere necesariamente problemas), sea experimental, de fin de semana,
diario o frecuente, que los adultos.
No obstante, la posición más
extrema en esta cuestión la protagonizan los jóvenes de más edad, quienes se
encuentran entre los 23 y 30 años, mientras que los menores de 23 años se
aproximan más a la visión de los adultos (que es siempre más negativa que la de
los jóvenes en su conjunto). Es decir, la percepción problemática de los
consumos no es correlativa exactamente a la edad sino que varía entre los
grupos erarios sin una tendencia lineal simple.
El 40% de los jóvenes entre 23 y
30 años considera que el consumo de fin de semana conllevará necesariamente
problemas, mientras que entre los menores de esta edad el porcentaje aumenta
hasta el 51% (más de diez puntos porcentuales por encima) y hasta el 57% entre
los adultos. El consumo diario, el que se percibe como más problemático,
es considerado como fuente necesaria de problemas para el 74% de los jóvenes
entre 23 y 30 años, alcanzando al 78% de los de 15 a 23 años y al 85% de los
adultos.
En general, son los jóvenes de
edades intermedias (23 a
30 años) quienes relativizan más los problemas derivados de los consumos, por encima
incluso de los jóvenes de menor edad. No es fácil interpretar exactamente este
hecho. Quizás influya la experiencia de consumos, mayor cuando se va creciendo,
un cierto cambio en la percepción en los jóvenes (por el cambio del contexto o
por influencia de las estrategias educativas preventivas) y, desde luego, el haber
llegado al límite de la responsabilidad adulta y a la preocupación por los
hijos.
Fuente: abc.es
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