domingo, 2 de agosto de 2020

Adolescentes y la Crítica en la Nueva Normalidad

Adolescencia, esa gran desconocida. Esa que todo el mundo etiqueta como rebelde, intensa, hormonal, agotadora… Cuando algún conocido tiene un hijo o hija en esa etapa, casi que le damos el pésame. Esto sucede porque nos enfocamos en lo que el adulto tiene que «aguantar», pero ¿alguien piensa en el adolescente y en sus necesidades?
Es un periodo difuso, extraño, confuso y con muchos cambios de humor, lleno de inseguridades y miedos, en el que necesitan profundamente a sus padres y a la vez llegan a odiarlos. Tienen claras sus metas y a la vez no saben nada, están bien y mal al mismo tiempo, necesitan soledad absoluta y sienten casi rechazo hacia sus padres, pero también necesitan muchos abrazos, conversaciones, entendimiento, respeto y amor que no se atreven a pedir.
Dentro de todo este vaivén cerebral, y por ende psicológico y emocional que tienen los adolescentes y que es muy difícil de llevar, con quien más seguros se sienten es con sus amigos. La vida social es lo más importante para ellos, pero no porque sean rebeldes, estén en la edad del pavo o no quieran relacionarse con sus padres; simplemente porque sus amigos son sus iguales, están en su misma etapa y son las únicas personas con las que se sienten cien por cien ellos mismos. Las sensaciones de no pertenecer a nadie y de desprotección se disipan de golpe estando en su grupo, allí todos son iguales; a pesar de sus diferencias, en grupo se sienten, por fin, libres.
Además, al no vivir en el mismo hogar y tener cada uno familias distintas, su lugar común suele ser el espacio público, la calle, los parques, un banco… Y de ese espacio hacen su hogar, un hogar en el que se sienten mejor que en ningún otro sitio.
Durante el confinamiento no han tenido nada de ello, han pasado por momento difíciles, autoexcluidos en su habitación para poder hablar con sus amigos online y deseando quedar con ellos, contando los días para poder volver a juntarse y así sentirse de nuevo en conexión con alguien. 
Los adolescentes necesitan estar con chicos y chicas de su edad tanto como comer, dormir y beber agua. Por ello, al haber estado privados de esta compañía, cuando han visto una pequeña salida, se han lanzado sin ver más allá. Es como si unos leones hubieran tenido que comer brócoli durante dos meses y de pronto vieran una cebra: la dieta se habría acabado sin mirar atrás.

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